Cuando el debate es entre la vida y la muerte, no hay duda que lo que marca este comienzo de año vuelve a ser la cantidad de accidentes en las rutas. Las estadísticas indican de manera irrefutable que la mayoría de ellos se debe a errores humanos. O sea, a causas que pudieron evitarse. Que pudimos y debimos haber evitado. Con educación, con prevención, con cuidados, con respeto a la vida propia y ajena. Urge entonces, reflexionar sobre lo que nos está pasando como sociedad y sobre lo que deberíamos estar haciendo.
Mientras tanto, el Gobierno ha estado ocupado en producir un golpe en la conducción del Indec con la sola y clara voluntad de manipular los índices en un año electoral. Qué es lo que pensarán que puede cambiar si cambian los índices? el humor? el voto? Lo cierto es que se ha producido un atropello para llegar al número esperado. Este número, ES REAL. Claro que lo es, es el resultado buscado a través del cambio de mecanismos e instrumentos de comparación para producir un resultado inferior al que se hubiera obtenido manteniendo el camino que se usaba anteriormente. El número es real, pero no es comparable con los anteriores. También dejará de ser comparable con los de otros países, en esta suerte de mal entendimiento de soberanía cada vez que nos hacemos los malos para autonomizarnos de lo que indican las buenas y sanas costumbre y reglas que las democracias han instalado en otros lugares del mapa. Tenemos un buen número que satisface al gobierno y puede alegrar a algún ingenuo. Pero alimentamos nuestra degradación. Y lo peor es que lo hacemos a costa de darnos por aludidos de lo mal que viven algunos compatriotas. Como si tener un número distinto pudiera disfrazar la realidad. Ella está allí, aunque el índice pueda provocar alguna sonrisa en la pareja presidencial.
Estemos atento. Será un año crucial para demostrar qué es lo que queremos ser como nación.