Pese a algunas urgencias que se advierten en personas y sectores políticos, es claro que el escenario se plantea demasiado dinámico como para pensar que está todo dicho. Claro que en esta situación el oficialismo (en cualquier terreno en que lo sea, nacional, provincial o municipal) lleva las de ganar, y la desorientación generalizada en la oposición les plantea una situación aun más favorable.
Los candidatos que por decisión propia, impuesta o necesidad, cambian el ámbito de su competencia son los primeros responsables de esta dinámica que ha acentuado la imprevisibilidad que hace tiempo viene caracterizando a la política (de los que gobiernan y de los que se oponen). Parece que la territorialidad ha dejado de ser un valor tenido en cuenta por el votante que elegirá nada menos que a alguien para que lo represente en la defensa de sus intereses, que tanto tienen que ver con el lugar donde vive.
La normativa constitucional en cada provincia establece límites lo suficientemente amplios como para que esa territorialidad pueda acomodarse a varias situaciones. Así es como Barrionuevo, dirigente sindical bonaerense, ha vuelto a competir por la Gobernación de Catamarca. O como varios otros fueron alternativamente legisladores por Capital o Provincia, o llegaron al máximo sillón de la Gobernación de Buenos Aires teniendo su residencia permanente en la Capital (Ruckauf, Solá). En el pasado turno electoral llegamos a lo que creíamos era la máxima expresión de esos traspasos: la senadora de Santa Cruz compitiendo por la Provincia de Buenos Aires sin siquiera poder votarse a sí misma por estar empadronada en la Patagonia. Los radicales nos hicimos cruces ante semejante manipulación pero disimulamos que nuestro propio candidato también emitió su sufragio en la Capital y tampoco pudimos tenerlo entre nuestros votantes.
No suficiente con ello, este año se presenta más complejo aún. El Vicepresidente de la Nación, porteño si los hay, preparado a toda carrera para conducir los destinos de la gran ciudad, fue instalado a voluntad del monarca en nuestro territorio provincial. Aunque nunca está dicha la ùltima palabra, especialmente en este agitado contexto electoral, ya parece que Scioli abandonará la causa capitalina para involucrarse con el conurbano, el campo, la pesca, etc, etc.
Pero la dinámica y la imprevisibilidad electoral no tiene que ver solo con esa extra-territorialidad, sino también con la irrupción de figuras sin partido político, o dispuestas a abandonar o adoptar alguno según sea la oferta. Es evidente que la crisis de los partidos políticos, crisis de representación y de confianza, se ha instalado para quedarse, pero también es cierto que ello no es otra cosa que la resultante de nuestros propios desaciertos, de lo que literalmente aparece como un "juego político", en el que poco importan los votantes y mucho más los que aspiran a ser votados.
Poco aporte a la previsibilidad aporta Carrió que ya ha anunciado que no volverá al Congreso, renunciando a la banca para la que fue elegida hace solo 2 años (para un período de 4) y que, en caso de perder la elección de octubre no volverá a presentarse como candidata. Qué difícil contener militancia y lograr adhesiones detrás de un panorama tan cerrado. Cómo plantear una coalición cívica liderado por quien ya ha renunciado a la lucha? Sus idas y venidas, impiden ver claridad en esa opción electoral y no parece tan desatinado pensar que si el resultado del ARI en las elecciones de junio en Capital fuera malo, tal vez se queden sin candidata presidencial. Es un verdadero desperdicio. Se ha rifado un enorme capital de credibilidad, de comportamiento ético reconocido y de una posición claramente diferenciada del Gobierno.
Mucho menos aporte el de mi Partido, un RAdicalismo cuya dirigencia principal, la que tiene representación territorial, va camino a una concertación con el Gobierno de Kirchner, no solo minimizando las enormes diferencias que nuestro Partido tiene con esta gestión, renunciando banderas históricas como la causa federal, la independencia de la justicia, la transparencia y la calidad institucional, sino poniendo en crisis el funcionamiento del sistema político que requiere una oposición fuerte con capacidad de control porque ésta es la herramienta de la ciudadanía en la democracia. El debate interno para fortificar la opción electoral opositora en el apoyo al ex ministro estrella de Kirchner, Roberto Lavagna, vuelve a poner en crisis la previsibilidad que la política debería estar dando a la sociedad. Este acuerdo va a contramano de las estrategias provinciales del radicalismo que, como en Entre Ríos, han dado una buena lección con la decisión de ir solos a la contienda electoral, aun en medio de las peores previsiones. El RAdicalismo sigue siendo un partido con un alto grado de representatividad, especialmente en el interior de la provincia y del país. De todos modos entiendo que no es suficiente abrazarse a la bandera para construir una nueva alternativa política como necesita la Nación. Pero las estrategias definidas por conveniencia, para salvar la ropa, ya deberían habernos enseñado algo después de la Alianza. Como repite un amigo, si empezamos igual no hay por qué pensar que terminaremos distinto. Aunque ésto sería para el caso de ganar, lo que parece una ilusión bien lejana.
Finalmente, creo que el desafío pendiente es recuperar lo perdido, reconquistar el funcionamiento de un sistema político que pueda transmitir serenidad y hacer más previsible a los partidos para la gente. Algo tan sencillo como que cada ciudadana y ciudadano pueda saber cn certeza, que si elige a alguien en un partido, éste no cambiará su camiseta, o que si promete tales o cuales conductas no tenga más temprano que tarde salir a reclamar por su traición.