Entrevista publicada en el diario
Perfil el día
22 de octubre de 2006Milita en el radicalismo desde hace 30 años, pero es una referente bonaerense con ideas propias que la destacan dentro y fuera del partido. Tiene tres hijos varones y un fuerte carácter, y no los “ve” a Alfonsín como eterno líder ni a Lavagna como parte de la UCR. De Kirchner, dice que “crea conflictos donde no los hay”. Por
Magdalena Ruiz GuiñazuLos colores son tenues. A lo Figari. El paisaje urbano, apacible. Y cuando preguntamos quién pintó el pequeño cuadro que decora las paredes del despacho de la Dra. Margarita Stolbizer, ella sonríe y explica que fue ella. Que le gusta pintar. Que esto la relaja del trajín político al que, como dirigente del radicalismo con treinta años de militancia, está sometida constantemente. —Cuando era adolescente, esperaba ansiosamente cumplir los 18 años para afiliarme al partido y sacar registro de conducir –explica, mientras le comentamos que una cierta melancolía estruja el corazón si observamos que un partido como la UCR, con más de cien años de existencia, parece estar atomizándose en alianzas sorprendentes–. Sí, claro que comparto esa melancolía –asiente–, pero también trato de canalizarla por el lado positivo. Yo no siento que estemos irremediablemente condenados a una catástrofe sino, por el contrario, cada vez más exigidos de asumir un desafío histórico. No es la primera vez. Así como en otras oportunidades también fueron otros los que aceptaron el desafío, hoy es nuestro tiempo. Y esto es lo que yo trato de transmitir cuando voy a distintos lugares. Hay que analizar la crisis como si fuera una nueva oportunidad. Y parte de nuestra crisis debería servirnos, entonces, para producir los cambios que el partido debe efectuar. Te diría que en el contexto político general hace realmente falta un partido político que se posicione con fortaleza para decir las cosas que hay que decir, para construir una alternativa frente a lo que hay...
—¿Una misión histórica para el radicalismo?
—Yo creo que sí. Por de pronto es necesario salir de la resignación, de la angustia. Justamente hoy comentaba en una reunión partidaria que se descomprimen la tensión y la angustia si uno pone sus objetivos y su visión dentro de un plazo más mediano que corto. Si fijamos la mirada solamente en las elecciones de octubre 2007, por ahí terminamos en una sensación de frustración. En cambio, si la ubicamos un poco más adelante, las cosas cambian. Hay que tener siempre un proyecto político y no simplemente tratar de ver cuál es la mejor estrategia electoral para la coyuntura.
La firmeza de Margarita surge, sin embargo, de una apariencia dulce y serena. Y no es aventurado señalar que, con su energía, supera en mucho los ampulosos discursos de algunos de sus correligionarios.
—Mirá –prosigue–, cuando se habla de un proyecto hay que pensar que se construye socialmente. Que el desafío es hacer de la democracia un ámbito esencialmente participativo y entender que profundizar la democracia es, valga la redundancia, hacerla más democrática. Esto se logra, sin duda, con más participación. Además, un partido político tiene un objetivo tan, pero tan amplio que no pasa simplemente por lo electoral. Posiblemente, es allí donde uno percibe la mayor expresión de la crisis...
—Pero cuando vos hablás de cambios, ¿exactamente cuáles introducirías en el radicalismo?
—Antes que nada, el partido tiene que adaptar su propio ideario a la realidad actual y, aunque esto parezca muy duro, hay que reconocer que nosotros solemos aferrarnos fuertemente a nuestra profesión de fe doctrinaria, que es algo así como nuestro Credo político-partidario. Sin embargo, yo sostengo que hay que incorporar los grandes cambios que se van produciendo en el tiempo. En esta sociedad globalizada no todo es negativo, y pienso que debemos observar cuáles son los impactos positivos que se presentan dentro de la misma globalización. Por ejemplo, el avance de las telecomunicaciones, que permite que uno pueda acceder a la información en un instante. ¡Basta con apretar una tecla para estar conectado con el mundo! Me parece, entonces, que debemos aprovechar los aspectos positivos de esta cuestión. Por supuesto que esto también nos está obligando a ir cambiando nuestro lenguaje adaptándolo a una realidad que es distinta. El partido no puede tener como respuesta frente a esta realidad el mismo discurso que resultaba convincente treinta o cuarenta años atrás y, por lo tanto (y esto es muy importante), hay que adaptar el ideario partidario a todas estas cosas y, fijate –enfatiza–, esto significa echar un cable a tierra.
—Bueno, ustedes tienen banderas históricas...
—Por supuesto. Siempre hemos defendido la libertad, la justicia, la igualdad pero con el voluntarismo y la retórica no alcanza. Debemos comenzar a darles precisión y contenido a estas consignas. Entonces, la pregunta es: ¿cuál es la posición que tiene un partido político que defiende la libertad, la igualdad y la justicia, frente a la situación de los consumidores en su disputa ante las empresas prestatarias de servicios?, ¿cuál es la posición del partido en defensa de los derechos de los trabajadores en una relación naturalmente desequilibrada? Lo mismo con el diálogo entre obrero y patrón... En fin, sostengo que hay que puntualizar nuestro ideario partidario de acuerdo con la coyuntura actual...
—¿Cómo ves, en este momento, la figura de Alfonsín?
—Este es otro aspecto de la renovación. Entre las transformaciones que el partido tiene que hacer, yo creo que debemos adaptar nuestras ideas a la realidad y también permitir un espacio de renovación para nuevos liderazgos. Que los hay. ¡Y te digo que muchos y muy buenos!
—¿Pero vos lo ves a Alfonsín dispuesto a ceder ese espacio?
—No, no lo veo dispuesto. De hecho, no lo está y vamos viendo, sobre todo en los últimos tiempos, que Alfonsín sigue teniendo necesidad de protagonismo. En un aspecto, esto está justificado porque el radicalismo no ha sabido generar nuevos liderazgos fuertes como el de Alfonsín pero también te digo que la falta de un liderazgo tan fuerte puede reemplazarse por un liderazgo colectivo, por una organización con mecanismos y reglas de juego que permitan que lo colectivo esté por encima del personalismo que siempre entraña un liderazgo. Sin duda, Margarita es una voz diferente de las habituales dentro de su partido y suponemos que, por lo tanto, es entretenido jugar un poco a las adivinanzas con ella:
—Si viniera, por ejemplo, un yanqui al país y no tuviera ningún conocimiento del mapa político argentino, ¿cómo te presentarías vos dentro del radicalismo? Margarita se toma un leve respiro, sonríe afablemente una vez más pero también es muy clara:
—Te voy a contestar una obviedad pero que me parece importante para entender lo que creo debe ser la política de estos tiempos. Primera cuestión: soy una mujer haciendo política y esto implica a favor y en contra una capacidad de comprensión hacia la realidad integral que los varones no logran alcanzar, y creo que esto es lo que hace muchas veces que los partidos políticos no tengan una respuesta precisa frente a problemas que necesitan una mirada femenina. Con esto, la política se enriquece. De hecho, los debates en el Parlamento han mejorado cualitativamente a raíz de la incorporación de las mujeres. Todo esto lo veo como una carta de presentación: la mujer que hace política no es igual al hombre que hace política. Entiendo que las mujeres representamos, en un partido, a todas las mujeres. En lo bueno y en lo malo. Además, cargamos con esta cosa de la culpa compensatoria permanente. Mirá, yo para poder quedarme en una reunión que tiene lugar de noche tengo que ocuparme antes de lo que van a comer mis hijos, si tienen su ropa lista para el colegio el día siguiente etc. Son preocupaciones que los varones no suelen conocer, ¿no es cierto? Y esto también tiene que ver con la necesidad, como decía recién, de adaptar los partidos políticos a nuevas realidades. Por lo tanto, las mujeres tienen que tener un buen espacio de participación. En mi caso, tengo convicciones fuertes y esto hace que, a veces, se me considere rebelde frente a posiciones que aparecen como preestablecidas. Tengo muy decidido que nadie va a llevarme de la nariz. Por lo tanto, me rebelo frente a lo que algunos plantean como verdades inconmovibles. Estoy dispuesta a pelear contra esta mentalidad.
—Por ejemplo, ¿quiénes serían los que no querrían llevarte de las narices? ¿Existen?
—Bueno, son los que pelean por las mismas cosas que nosotras. Creo que hoy hay una camada de gente muy importante dentro del radicalismo que no tiene ni el reconocimiento ni el espacio que merecería.
—¿Por ejemplo?
—Hay una camada de intendentes y de legisladores que, en este momento, se han plantado diciendo: “Nosotros queremos discutir una estrategia electoral y una estrategia partidaria que no se agote en la superestructura burocrática del partido, que es plantear solamente una estrategia de salvación”.
—Me estás hablando de los que no se acomodan con un subsidio...
—¡Te estoy hablando de los que no tienen precio! Y yo insisto mucho en esto porque hoy el conflicto central de nuestro partido es la debilidad frente a la estrategia de seducción, cooptación y presión del Gobierno nacional desplegada a partir de un manejo concentrado y centralizado de los recursos públicos como si fueran propios. ¡Por supuesto que es difícil mantenerse firme frente a semejante situación! Por eso yo valoro muchísimo a los que se plantan y demuestran no solamente que no se han puesto carteles de venta o de alquiler sino que constituyen la prueba de que pueden gestionar mejor que los que están desesperados por los subsidios. Hace un par de semanas estuve, en un acto en el sur de Santa Fe, con un intendente que decía: “¡Dejen los subsidios a los que no saben gobernar! Nosotros no los necesitamos!”. Por eso te digo que hay una camada de gente que está muy bien plantada y que demuestra que no todo se compra y se vende tanto en nuestro partido como en la política en general. Y justamente con todos ellos queremos construir una opción distinta, que no se agote meramente en un acto electoral, porque la Argentina necesita construir una alternativa con capacidad de gobernar. La oposición debe tener capacidad de sustitución. De transformación. Porque, te digo, la política se ha ido transformando en los últimos tiempos en un instrumento para que algunos lleguen a ocupar determinados espacios. Fijate que así no cambiás la realidad, cuando ésta es una de las virtudes que la política tiene si es aplicada en función del interés general, del bien común.
Margarita se emociona.
—¡Hay que recuperar la política! ¡Ponerla al servicio de la sociedad!
—Esto es también un programa de vida. ¿Cuántos hijos tenés?
—Tres hijos varones. Todos de Boca... –se ríe–. Y yo también.
—Pero tu vida está acaparada por la política, ¿no?
—Me apasiona, como a vos te apasiona el periodismo.
—¿Cómo ves al doctor Lavagna dentro del radicalismo?
—No. No lo veo. A decir verdad, no visualizo expresiones que sean más de lo mismo. El Dr. Lavagna, como ministro de Economía, ha formado parte de las tres cuartas partes del gobierno deKirchner y yo tengo diferencias muy profundas con el gobierno de Kirchner, y no son de estos últimos tiempos ni están solamente vinculadas a la desmejora de la calidad institucional sino que hay algo que caracteriza a este gobierno y es la depreciación de la calidad institucional. Es una fuerte crítica que le hago pero no es la única. También la vincularía con lo social y lo económico. Por eso, hoy, no puedo pensar en Lavagna como un candidato de los sectores progresistas, en los que creo que nuestro partido debería ubicarse, porque comparte con Kirchner el mantenimiento del modelo económico social de los años 90, que significa el beneficio económico concentrado en pocas manos y el empobrecimiento de las grandes mayorías, con el agravante de que esto ocurre en un momento en el que la Argentina crece. Nuestro país tiene hoy superávit fiscal y crecimiento económico sostenido durante varios años, con una previsión de seguir creciendo. Por lo tanto, es bastante irrazonable que sigamos teniendo a la mitad de la población bajo la línea de pobreza; al 20% de los niños y jóvenes de 14 a 21 años que no trabajan ni estudian...
—¿Vos pensás que esto responde a falta de iniciativa o de solidaridad?
—Los fondos están mal administrados y mal distribuidos. Hay una concentración excesiva de recursos en las manos del Presidente que deberían estar destinados a otras finalidades. La falta de una ley de coparticipación que distribuya los recursos de manera equitativa en toda la Nación hace que tengamos como otro de los problemas graves las disparidades geográficas, que generan una enorme desigualdad entre el habitante del Chaco o de Formosa y el que vive en la Capital Federal o en las beneficiadas provincias del Sur.
—¿Tenés el mismo rigor para juzgar los errores cometidos por tu partido?
—Sí. Me gusta asumir de manera autocrítica nuestros propios errores. Creo que en algunos casos hay en esto oportunismo y pragmatismo de los que definen su posición política de acuerdo con su conveniencia. Muchos de ellos están desesperados por perpetuarse en espacios de poder y terminan, entonces, por capitular. Pero creo también que quienes estamos en la conducción del radicalismo debemos reconocer que también la situación es el emergente de nuestra propia incapacidad para generar la alternativa. Hay muchos que terminan pactando porque dicen: “... el partido no nos está ofreciendo hoy ninguna otra cosa”. Por eso, mi desesperación es tratar de construir una alternativa que no produzca un éxodo de radicales sino que, por el contrario, pueda contenerlos. Por eso, insisto: es necesario tener una alternativa con la fuerza suficiente como para poder competir en condiciones dignas con el mejor contrincante. Y el mejor contrincante no es el que vive creando conflictos.
—¿Te referís al presidente Kirchner?
—Efectivamente. El Presidente crea conflictos donde no los hay. Esto de brotarse, de enojarse permanentemente frente a las posiciones de la Iglesia como si la Iglesia no pudiera opinar demuestra una intolerancia muy grande. Personalmente, creo que la intolerancia es una manifestación de autoritarismo y de inseguridad en sí mismo. El doctor Kirchner se muestra intolerante frente a todo aquel que piense distinto. No soporta a quienes dicen cosas diferentes de las que él piensa. Está en la búsqueda de una uniformidad de pensamiento, lo cual no condice con una sociedad democrática. Claramente, está en la construcción de un proyecto político (personal o matrimonial) en donde hay reglas de juego ya establecidas para el ejercicio del poder.